sábado, 18 de junio de 2011

¡Es cierto, lo leí en... internet!

¡Es cierto, lo leí en... internet!

Los riesgos de confiar en todo lo que encontramos en internet a veces pueden valer la pena

Hace algún tiempo durante una clase de matemáticas en 4to. grado de primaria una maestra que hablaba a su clase de los números enteros fue interrumpida por un niño que alzó la mano y preguntó en tono muy serio: Seño, ¿verdad que los vampiros tienen la sangre verde?
La desconcertada maestra solo pudo reaccionar preguntando lo que constantemente me pregunto cada vez que leo una noticia que me asombra: ¿De dónde sacaste tu eso?. He de confesar que el niño era yo y que la reacción de mi maestra tal vez no fue tan ecuánime. Expresiones como “¿que tiene que ver eso con los números enteros? o ¿de donde sacaste eso niño loco? resultarían mas acertadas dadas las circunstancias, y el "espérame en la oficina del director" tampoco lo hubiera descartado del todo. De lo que si estoy seguro es de haber tratado de justificar mi desubicada intervención diciendo que ese interesantísimo dato biológico lo había obtenido durante el recreo de otro niño que me aseguraba que su tío lo sabía con certeza porque era veterinario.
Tardé mucho en comprender que el origen o la fuente de cualquier información, es lo que hace que ésta sea o no valiosa. Pero todo cambió con la llegada de internet. Para mi, como para muchos, no había razones para desconfiar de esta nueva fuente de información ya que yo solía asumir que todo lo que contenían los libros de consulta era cierto o a lo sumo desactualizado; que las cosas que decían revistas de divulgación científica eran también ciertas y que hasta las revistas para adultos tenían información más o menos confiable y finalmente, que todo lo que decían los periódicos y los noticiarios de radio y tv era cierto. Pero en la red (mal intencionadamente o no) abundan informaciones falsas que tienen el mismo aspecto de las que provienen de fuentes confiables.
Durante mis inicios en el ciberespacio di con una página de curiosidades que tenía una historia que llamó mucho mi atención y dice así.
“En un tiempo fue práctica común en los países mediterráneos emplear a los condenados para servir como remeros (galeotes) en sus buques de guerra. Así, en 1684, Jean-Baptiste Mouron, que contaba diecisiete años de edad, fue acusado de incendiario y sentenciado a cien años y un día de galeras. Sin embargo, la mayor parte de su tiempo como galeote no lo dedicó a remar, puesto que las galeras ya prácticamente habían cesado de navegar en la época del encarcelamiento de Mouron. Los buques se empleaban como cascos-prisión. Por lo tanto, Mouron fue encadenado a un banco debajo de cubierta y dejado que se pudriera junto con el navío. Pero incluso así cumplió su condena íntegra, cosa bastante rara, y finalmente pudo regresar a tierra firme como hombre libre, a la edad de 117 años.”

Por increible que parezca, este episodio se puede encontrar mas o menos con las mismas palabras en muchísimos portales que aseveran su veracidad. Traté de navegar y navegar...página tras página...y siempre lo mismo. La historia se repetía prácticamente igual con algunas variantes menores y sin trascendencia. Todas ellas sin embargo, compartían la misma característica de las páginas web poco confiables: ninguna citaba la fuente de la información. Finalmente, casi a punto de tirar la toalla, llegué a la primera y hasta los momentos única página que cita alguna fuente confirmable. Y la fuente es un famoso libro “Believe it or not” (Aunque Ud. no lo crea) de Robert LeRoy Ripley editado en el año 1929. En este escurridizo libro se menciona, muy brevemente, la historia del desafortunado prisionero en cuestión. En la página 25 y bajo el subtítulo “ONE HUNDRED YEARS – AND A DAY” “The first hundred years are the hardest, it is said, and Jean Baptiste Mouron, of Toulon, should know- He served a full sentence of “100 hundred years and a day” as a galley slave!” Lo que se traduce en: “Los primeros cien años son los más difíciles, y Jean Baptiste Mouron debe saberlo. Sirvió cien años y un día como galeote”.
Eso es todo. Más allá de esta referencia no existe rastro de la veracidad de la historia. Todo apunta pues, hacia una sola dirección. La historia, como se describe es falsa. El señor Ripley no cita ninguna fuente bibliográfica, documental o histórica que permita confirmar lo que afirma en su libro. Sin embargo no todo es tan malo, mientras buscaba los orígenes de la historia del condenado centenario, me tropecé con algo que redimió mis andanzas de 4to grado de primaria y la confianza en mis antiguos compañeros de juegos de los recreos de primaria que tienen tíos veterinarios. Existe una enfermedad llamada "sulfohemoglobinemia". Esta rara enfermedad hace que la sangre se torne de un ligero color... verde!. Quizás si Ud. se pone a investigar la historia de Jean Baptiste tenga más suerte y consiga pruebas de que la historia del Sr. Mouron ocurrió como se cuenta. O tal vez le pase como a mi y descubra que algo que pareció falso, resulta no serlo del todo. O quizás si mi episodio de 4to grado ocurriese hoy mi pregunta sería: ¿Seño, los vampiros pueden sufrir de sulfohemoglobinemia?

Artículo publicado en la edición de febrero/2011 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable

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