lunes, 17 de octubre de 2011

La reflexión del día de Jackson Castillo

No había en el pueblo peor oficio que el de portero del hotel. Pero qué otra cosa podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio.
Un día se hizo cargo del hotel un joven con inquietudes, creativo y emprendedor.
El joven decidió modernizar el negocio. Hizo cambios y después cito al personal para darle nuevas instrucciones. Al portero, le dijo:”A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, me va a preparar un reporte semanal donde registrará la cantidad de personas que entren por día y anotará sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio…” El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo pero.. -”Me encantaría satisfacerlo, señor – balbuceo – pero yo… yo no se leer ni escribir…” -”¡Ah! Cuánto lo siento!”

-”Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida…”

No lo dejo terminar: -”Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le vamos a dar una indemnización para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, lo siento. Que tenga suerte…” Y sin más, se dió vuelta y se fue.

El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. ¿Qué hacer? Recordó que en el hotel cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, él, con un martillo y clavos lograba hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser un ocupación transitoria hasta conseguir un empleo. El problema es que sólo contaba con unos clavos oxidados y unas pinzas muy viejas, entonces decidió usar parte del dinero para comprar una caja de herramientas.

Como en el pueblo no había una ferretería, debía viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha. A su regreso, trama una hermosa y completa caja de herramientas.

De inmediato su vecino llamó a la puerta de su casa: -”Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme…” -”Mire, si, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar… como me quedé sin empleo…” -”Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.” El portero accedió y le prestó el martillo. A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta: -”Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?”- ”No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería esta a dos días en mula.” -”Hagamos un trato – dijo el vecino.

- Yo le pagaré los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo, total usted esta sin trabajar. ¿Qué le parece?” Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días… Aceptó. Volvió a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa: -”Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?” -”Si, así es…” -”Mire, yo necesito unas herramientas, y estoy dispuesto a pagarle sus cuatros días de viaje, más una pequeña ganancia.

Yo no dispongo de tiempo para el viaje.” El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue. El ex-portero pensó entonces que mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo de viajes. La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje. Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Alquiló un carretón para almacenar las herramientas y algunas semanas después alquiló un cuarto que se convirtió en la primera ferretería del pueblo.

Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos. El era un buen cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha. Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para el las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? Las tenazas…y las pinzas…y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos. Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas.

Un día decidió donar a su pueblo una escuela. Ahí se enseñaría, además de leer y escribir, las artes y oficios más prácticos de la época. En el acto de inauguración de la escuela, el Alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó y le dijo: -”Es un gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela”

“El honor sería para mi – dijo el hombre – Creo que nada me gustaría mas que firmar allí, pero yo no se leer ni escribir. Yo soy analfabeto.

Usted? – dijo el Alcalde, que no alcanzaba a creerlo

Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto, ¿qué hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir?

“Yo se lo puedo contestar” – respondió el hombre con calma:

Si yo hubiese sabido leer y escribir… sería portero del hotel!”

Generalmente los cambios son vistos como adversidades. Pero las adversidades encierran bendiciones. Las crisis están llenas de oportunidades. Cambiar siempre será una nueva oportunidad.

Jackson Castillo jacksoncastillo.dialca@gmail.com

sábado, 18 de junio de 2011

¡Es cierto, lo leí en... internet!

¡Es cierto, lo leí en... internet!

Los riesgos de confiar en todo lo que encontramos en internet a veces pueden valer la pena

Hace algún tiempo durante una clase de matemáticas en 4to. grado de primaria una maestra que hablaba a su clase de los números enteros fue interrumpida por un niño que alzó la mano y preguntó en tono muy serio: Seño, ¿verdad que los vampiros tienen la sangre verde?
La desconcertada maestra solo pudo reaccionar preguntando lo que constantemente me pregunto cada vez que leo una noticia que me asombra: ¿De dónde sacaste tu eso?. He de confesar que el niño era yo y que la reacción de mi maestra tal vez no fue tan ecuánime. Expresiones como “¿que tiene que ver eso con los números enteros? o ¿de donde sacaste eso niño loco? resultarían mas acertadas dadas las circunstancias, y el "espérame en la oficina del director" tampoco lo hubiera descartado del todo. De lo que si estoy seguro es de haber tratado de justificar mi desubicada intervención diciendo que ese interesantísimo dato biológico lo había obtenido durante el recreo de otro niño que me aseguraba que su tío lo sabía con certeza porque era veterinario.
Tardé mucho en comprender que el origen o la fuente de cualquier información, es lo que hace que ésta sea o no valiosa. Pero todo cambió con la llegada de internet. Para mi, como para muchos, no había razones para desconfiar de esta nueva fuente de información ya que yo solía asumir que todo lo que contenían los libros de consulta era cierto o a lo sumo desactualizado; que las cosas que decían revistas de divulgación científica eran también ciertas y que hasta las revistas para adultos tenían información más o menos confiable y finalmente, que todo lo que decían los periódicos y los noticiarios de radio y tv era cierto. Pero en la red (mal intencionadamente o no) abundan informaciones falsas que tienen el mismo aspecto de las que provienen de fuentes confiables.
Durante mis inicios en el ciberespacio di con una página de curiosidades que tenía una historia que llamó mucho mi atención y dice así.
“En un tiempo fue práctica común en los países mediterráneos emplear a los condenados para servir como remeros (galeotes) en sus buques de guerra. Así, en 1684, Jean-Baptiste Mouron, que contaba diecisiete años de edad, fue acusado de incendiario y sentenciado a cien años y un día de galeras. Sin embargo, la mayor parte de su tiempo como galeote no lo dedicó a remar, puesto que las galeras ya prácticamente habían cesado de navegar en la época del encarcelamiento de Mouron. Los buques se empleaban como cascos-prisión. Por lo tanto, Mouron fue encadenado a un banco debajo de cubierta y dejado que se pudriera junto con el navío. Pero incluso así cumplió su condena íntegra, cosa bastante rara, y finalmente pudo regresar a tierra firme como hombre libre, a la edad de 117 años.”

Por increible que parezca, este episodio se puede encontrar mas o menos con las mismas palabras en muchísimos portales que aseveran su veracidad. Traté de navegar y navegar...página tras página...y siempre lo mismo. La historia se repetía prácticamente igual con algunas variantes menores y sin trascendencia. Todas ellas sin embargo, compartían la misma característica de las páginas web poco confiables: ninguna citaba la fuente de la información. Finalmente, casi a punto de tirar la toalla, llegué a la primera y hasta los momentos única página que cita alguna fuente confirmable. Y la fuente es un famoso libro “Believe it or not” (Aunque Ud. no lo crea) de Robert LeRoy Ripley editado en el año 1929. En este escurridizo libro se menciona, muy brevemente, la historia del desafortunado prisionero en cuestión. En la página 25 y bajo el subtítulo “ONE HUNDRED YEARS – AND A DAY” “The first hundred years are the hardest, it is said, and Jean Baptiste Mouron, of Toulon, should know- He served a full sentence of “100 hundred years and a day” as a galley slave!” Lo que se traduce en: “Los primeros cien años son los más difíciles, y Jean Baptiste Mouron debe saberlo. Sirvió cien años y un día como galeote”.
Eso es todo. Más allá de esta referencia no existe rastro de la veracidad de la historia. Todo apunta pues, hacia una sola dirección. La historia, como se describe es falsa. El señor Ripley no cita ninguna fuente bibliográfica, documental o histórica que permita confirmar lo que afirma en su libro. Sin embargo no todo es tan malo, mientras buscaba los orígenes de la historia del condenado centenario, me tropecé con algo que redimió mis andanzas de 4to grado de primaria y la confianza en mis antiguos compañeros de juegos de los recreos de primaria que tienen tíos veterinarios. Existe una enfermedad llamada "sulfohemoglobinemia". Esta rara enfermedad hace que la sangre se torne de un ligero color... verde!. Quizás si Ud. se pone a investigar la historia de Jean Baptiste tenga más suerte y consiga pruebas de que la historia del Sr. Mouron ocurrió como se cuenta. O tal vez le pase como a mi y descubra que algo que pareció falso, resulta no serlo del todo. O quizás si mi episodio de 4to grado ocurriese hoy mi pregunta sería: ¿Seño, los vampiros pueden sufrir de sulfohemoglobinemia?

Artículo publicado en la edición de febrero/2011 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable

martes, 29 de marzo de 2011

Buenos días!...si puede

Ciertos productos cotidianos pueden ser un riesgo para la salud, pero informarse mal puedes ser un riesgo también.



La expresión “¡cuidado con el azúcar!” puede ser la primera referencia sobre la lista de cosas que a diario supuestamente amenazan nuestra salud... y paz mental.

Empecemos con el desayuno por ejemplo. ¿Qué usamos para ponerle a nuestras tostadas, mantequilla o margarina?. ¿Mantequilla?, no, hay que tener cuidado con el colesterol. Y ¿margarina? menos, contiene grasas “trans”. Es este el momento en que podría hacer su aparición el infaltable personaje que, con algo más de conocimientos científicos que el resto de nosotros, aconseja: “hay que usar margarina no hidrogenada, líquida o con fitoesteroles ...” Ahí está, justo lo que faltaba “fitoesteroles”, un nuevo término que puede incidir en nuestras vidas.

Así, poco a poco, hacemos la cotidiana entrada a ese mundo de misteriosos enemigos que nos acechan en cada hábito, en cada producto de la alacena que creíamos seguro, en cada etiqueta que no leemos. Pero avanzamos en nuestro día, agradecidos de contar siempre con algún amigo “conocedor” que nos mantiene informados de los posibles riesgos que representan “ciertos productos “. “No puede ser que no lo sepas” -podría incluso decirnos en alguna oportunidad-”¿no has escuchado la letra de la canción de ´Lady Gaga´ que en el estribillo habla de los fitoesteroles?...”

El siguiente episodio puede estar a segundos del primero. Salimos a la calle y aunque todo parece normal...no es así, “!hay que tener cuidado con los rayos UV!” (Ultra violeta) que no solamente son invisibles, sino alfabéticos; hay rayos UV-A UV-B y UV-C. No intente buscar más información en internet o con nuestro amigo, porque inmediatamente la familia crece como la canción de las vocales...UV-E, UV-F, UV-N, UV-V y UV-X... y si, también lo pensé, seguramente hay una canción, que no conocíamos de Justin Beiber o de Juanes, que habla sobre el tema. Si no entramos en pánico y nos informamos un poco mejor, quizás nos enteremos que existe una capa de ozono que nos protege de los rayos UV más dañinos...pero hay un detalle...tiene agujeros...pero solamente en los polos...aparentemente.

Supongamos que decidimos buscar algo de beber para pasar el mal rato y digamos que por cuidar la figura, preferimos algo “sin azúcar”. Bueno, más vale que sea agua porque inmediatamente aparece nuestro amigo hablándonos de la diferencia entre los edulcorantes “artificiales” y los edulcorantes “naturales sin azúcar” que no tienen “sacarosa” pero “pueden elevar el azúcar de la sangre y engordar incrementando el consumo de carbohidratos.” Y cuidado!. Los términos “manitol”, “levulosa”, “xylitol” y “dextrinas” están esperando a la vuelta de la esquina si no te rindes ante esta explicación! Y atrévete a hacer “click” en el campo de búsqueda del navegador para complicarte la existencia.

Si seguimos avanzando en este sendero pronto nos tropezaremos con los plásticos con BPA que representan un riesgo para la salud. Es el caso del policarbonato usado para hacer biberones y botellas irrompibles que contiene “BPA”...esto es ..”El Bisfenol A, BFA, o BPA (siglas en Inglés), es una sustancia química utilizada por más de 50 años en la elaboración de plásticos de uso doméstico, pero que “es sospechoso de estar ligado a problemas de obesidad, desbalances hormonales, cáncer de mama y próstata, daños cerebrales, hiperactividad, entre otros.”

La lista es larga y cruel: radiación de los celulares; el chocolate blanco; la mostaza que es “mala para el corazón” (creencia que estoy seguro haber inventado yo cuando era muy pequeño para llamar la atención de un grupo de adultos en una reunión familiar); los helados con colorante, las bebidas energizantes, etc. No digo que no existan estudios científicos serios, ni que no existan los riesgos, pero muchas de estas creencias se originan en “mitos urbanos”, estudios científicos mal interpretados, comentarios oídos por casualidad y hasta en inventos de niños que en los recreos quieren acaparar la atención.

Algo grave de este tipo de “información”, es que ha sido explotada por elementos poco escrupulosos que por cadenas de correo electrónico y rumores en redes sociales, han atacado y en ocasiones destruido marcas y productos exitosos que eran perfectamente seguros. Para eso han servido los miedos inducidos: para manipularnos y controlarnos desde que eramos niños.

Yo ya tiré la toalla y he decidido vivir la vida como un personaje extraordinario que decía: “todo en exceso es malo” y “lo mejor es tener buen criterio”. Siempre recalcaba: “Somos tan diferentes por dentro, como lo somos por fuera...he conocido personas que han cometido excesos toda su vida, y han terminado bailado sobre la tumba de quienes les advertían sobre las consecuencias”. Nunca le pregunté pero apuesto que se refería a Keith Richards de los Rolling Stones.

La última vez que vi al señor Eugenio se recreaba sirviendo generosas cucharadas de azúcar a su “marroncito” vespertino, cuando alguien le advirtió: -“Abuelo! no eche tanta azúcar al café, mire que el azúcar es un veneno lento”- a lo que con una gran sonrisa contestó - “Si será lento. Tengo ochenta y cinco años y no me he muerto todavía”. !Feliz navidad y año nuevo!...si puede.

Artículo publicado en la edición de diciembre/2010 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable




miércoles, 23 de febrero de 2011

Imposibilidades Imposibles

Imposibilidades imposibles.


Serán las visiones de la ciencia ficción algún día realidades tecnológicas, o quizás apostemos por retos aún mas descabellados.

Cada vez que oigo a alguien decir: -“Eso es imposible”- intento descifrar en que contexto lo hace. Es que para nadie es nuevo el hecho de que a veces cuando decimos “imposible” lo que queremos decir es: “no”, “no me da la gana”, “me da flojera”, “estoy apurado”, “no me atrevo”, “me da miedo” o “me tienes harto”. Por supuesto existen las imposibilidades físicas o técnicas.

En esta línea de pensamiento, cayó en mis manos un excelente libro llamado “Física de lo imposible” de un prominente físico teórico, quien a pesar de su nombre, es tan Norteamericano como el hombre nuclear: Michio Kaku. Este señor, de impresionantes credenciales académicas y con la seriedad de una persona que ocupa la cátedra Henry Semat de Física Teórica en la Universidad de Nueva York, se plantea analizar que tan imposible son las cosas que asumimos como tal. Más específicamente este libro se refiere a imposibilidades técnicas o tecnológicas, las que cotidianamente vemos realizadas en producciones de ciencia ficción o de género fantástico en el cine o la TV: Viajar en el tiempo, ser invisibles, viajar más rápido que la luz o tele-transportarnos por decir algunas.

Lo primero que nos presenta nuestro amigo (cuyo nombre parece creado con apodos de futbolistas brasileños) es una extraordinariamente útil “clasificación de imposibles”. Según él existen tres tipos de imposibilidades.

Imposibilidades clase 1.- “Son tecnologías que hoy nos resultan imposibles pero que no violan las leyes de la física. Por ello podrían ser posibles en este siglo, o en el próximo, de forma modificada”. En este grupo Kaku coloca los motores de antimateria, la invisibilidad, los campos de fuerza, las espadas láser y algunas formas de telepatía entre otras. A modo ilustrativo, en el siglo XIX hubiesen sido imposibilidades “clase 1” los teléfonos celulares, el vuelo supersónico, los satélites, la televisión, los submarinos nucleares y la manipulación genética.

Imposibilidades clase 2.- “Son tecnologías situadas en el límite de nuestra comprensión del mundo físico. Si son posibles, podrían hacerse realidad en una escala de tiempo de miles a millones de años en el futuro.” En este grupo de imposibilidades el señor Kaku menciona el viaje en el tiempo, los viajes en el hiperespacio y los viajes a través de los agujeros de gusano. En otras palabras cosas realmente extraterrestres. Este es un tipo de imposibilidad que es muy difícil colocar en perspectiva humana y que, creo yo, marcan la distancia entre especies. Esto es debido a que no tenemos millones de años de desarrollo tecnológico y a que toda nuestra tecnología se basa en el fuego y en el petróleo (del que por cierto al planeta le queda menos de medio tanque).

Imposibilidades clase 3,- “Son tecnologías que violan las leyes de la física conocida. Lo sorprendente es que no hay muchas de tales tecnologías imposibles. Si resultaran ser posibles representarían un cambio fundamental en nuestra comprensión de la física”. La precognición es un ejemplo de este tipo de imposibilidades, y sólo este ejemplo tiene implicaciones asombrosas, por ejemplo, los adivinos son personas que violan a diario las leyes de la física. Las máquinas de movimiento perpetuo son otro ejemplo de imposibilidades clase 3, a pesar de que ha habido patentes otorgadas a este tipo de inventos, los que resultaron ser siempre fraudulentos o producto de errores bien intencionados.

Como ya habrá notado el lector, para una persona común y corriente esta clasificación puede resultar incompleta. Es por esto que me atrevo a agregar otros ejemplos e incluso aplicar la clasificación a otros ámbitos no necesariamente físicos, sino sociales.

Por ejemplo, Ud. se encuentra en un semáforo esperando que cambie la luz, conseguir que nadie le toque la corneta apenas esto ocurra es una imposibilidad “clase 2”, osea ”podría hacerse realidad en una escala de tiempo de miles o millones de años”. Claro que es posible que esto se convierta en otro tipo de imposibilidad más cercana, si, por ejemplo, los automóviles no vinieran con corneta, lo que en si es una imposibilidad “clase 1” es decir “ podría ser posible en este siglo, o en el próximo, de forma modificada”. En este caso el ejemplo anterior se convertiría en una imposibilidad “clase 1”, por lo que no debemos perder la esperanza. Si vivimos lo suficiente podríamos ser testigos de este portento.

Que un gobernante cumpla “todas sus promesas electorales” es una imposibilidad “clase 3”: es decir “viola las leyes de la física conocida... Si resultara ser posible representaría un cambio fundamental en nuestra comprensión de la física”, y agregaría yo: "de la humanidad". Estoy seguro que a partir de hoy, con esta interesante clasificación del Dr. Kaku, el lector empezará a crear su propio catálogo de imposibilidades. Espero sus comentarios por twitter a @MiguelAriasS

Artículo publicado en la edición de noviembre /2010 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable

viernes, 21 de enero de 2011

Los Juegos Olímpicos y mi abuelita.

La lucha contra el racismo a través y desde los Juegos Olímpicos Modernos

Mi abuela materna me contó en una oportunidad una anécdota que tenía que ver con la primera vez que vió a una persona de color. “Lalita” como todos le decíamos cariñosamente nació a comienzos del siglo XX al norte de España y se fue a vivir con mi abuelo, también español, a Cuba.

En el año de 1925 era raro encontrar personas de color en el norte de España, pero ya en la Habana la cosa cambió. Mi abuelita no tuvo mayor problema con el tema, pero en una ocasión mientras paseaba por el malecón de la Habana, vió por primera vez en su vida a una señora de color con su bebé. Le asombró tanto la criatura, que la señalaba mientras llamaba la atención de mi abuelo gritando: “Mira mira un bebé negrito!”. mientras mi abuelo abochornado, sonreía y la persuadía de que bajara la voz.

Esta historia me hizo reír a carcajadas. -Pero Lalita- decía yo a mis 6 o 7 años- ¿Como es posible que nunca hayas visto a un bebé negrito? ¿ Que era lo que te parecía raro?-

En otras palabras a mi no me cabía en la cabeza que alguien le sorprendiera ver a un bebé tostadito. ¿Que época había vivido ella?

La anécdota volvió a mi mente mientras seguía los Juegos Olímpicos de Atenas en el año 2004, justamente a un siglo de haberse celebrado unos Juegos Olímpicos marcados por la segregación racial. El mismo año de nacimiento de mi recordada abuela, 1904, se celebró la III edición de los Juegos Olímpicos modernos en la ciudad de San Louis, Missouri. En estos juegos se presentó un desfile inaugural que ofreció un espectáculo que el mismísimo creador del los juegos, el barón de Coubertín calificó de “bochornoso”. El desfile titulado “El día antropológico” no era otra cosa que una exhibición que mostraba a los espectadores “miembros de razas inferiores” (negros e indios) los que compitieron en un evento paralelo fuera de los juegos olímpicos y sin registro oficial. Esta fue la época que conoció mi abuela, época en la que encontrarse con una persona de color no siempre producía una reacción tan alegre.

Los sucesivos Juegos Olímpicos fueron aceptando a las “razas inferiores” impulsados por los principios de igualdad y juego limpio. Pero es más adelante, en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 cuando se recogen de nuevo historias de atletas de color que viajan con advertencias sobre la segregación y racismo imperante en la Alemania Nazi. Historias que también me contaba mi abuela, una anti-racista declarada, pero que resultaron no ser del todo ciertas.

La historia más difundida sobre los XI Juegos Olímpicos es que Adolf Hitler desairó a Jesse Owens, el formidable velocista norteamericano de color que conquistó 4 medallas de oro. Y según se cuenta ocurrió así: “Luego de que Owens ganara una medalla de oro, el canciller alemán, montó en cólera y se retiró del estadio para no tener que estrechar la mano del atleta norteamericano.” A pesar que esto hubiese encajado perfectamente con el personaje en cuestión, la realidad es que esto no sucedió.

Según lo recoge el History News Network de la Universidad de George Mason, Hitler sólo felicitó personalmente a los atletas alemanes que ganaron medallas durante el primer día, luego de lo cual el Comité Olímpico le reclamó neutralidad; o felicita a todos o no felicita a ninguno. Así que pasado el primer día de competencias Hitler optó por lo segundo; no felicitó a ningún otro atleta, alemán o no.

Y pese a la segregación existente a Jesse Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos, lo que resultó irónico, ya que las personas de color en los EE.UU. no tenían los mismos derechos. Pero eran los Juegos Olímpicos y casi como en la antigüedad la victoria te elevaba por encima de los demás mortales.

A su regreso a EE.UU. luego que se hiciera un desfile en su honor en la bolsa de valores de NY, Jesse Owens volvió a su trabajo de botones en un lujoso hotel de la gran manzana. Y de nuevo volvió a no poder sentarse en la parte delantera de los autobuses.

Esta parte de la historia desconocida para mi, seguramente hubiese sorprendido mucho a mi abuelita.

Sin embargo, es probable que el podio más recordado, y que todos vimos en mi casa, haya sido el de los 200 metros planos en México 1968: Tommie Smith (EE.UU.) oro, Peter Norman (Australia) plata y John Carlos, (EE.UU.) bronce. Los atletas de color Tommy Smith y John Carlos suben al podio en calcetines, con los zapatos en la mano y portando un guante negro. Los tres atletas llevaban botones del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos (OPHR) incluyendo a Peter Norman que no era negro. Cuando sonaron los acordes del himno de EE.UU., los velocistas de color bajaron la cabeza y alzaron el puño en señal de protesta. Después del hecho Smith y Carlos, fueron expulsados del equipo olímpico de EE.UU. y desalojados de la villa olímpica.

La prensa de aquel tiempo atribuyó el gesto al radicalismo, y se ligó a los atletas americanos con el movimiento Panteras Negras.

Como resulta evidente, en mi casa somos muy aficionados a los Juegos Olímpicos, es por ello que lamento haberle restado importancia al incidente. La realidad detrás de aquel episodio hubiera servido para mostrarle a mi abuela que ese mundo que ella conoció de niña podría estar tan lejos que nunca nos lo tendríamos que volver a tropezar.

El OPHR era un movimiento encabezado por deportistas negros estadounidenses en contra del racismo dominante en el COI, presidido entonces por Avery Brundage, el que según afirmaban, “era un abierto apologista del nazismo y defensor de Rhodesia y Sudáfrica.”

Al regresar a su país, Smith y Carlos fueron tratados como delincuentes y no lograron encontrar trabajo durante años.

Al año siguiente de cumplirse 100 años de aquellos infames juegos Olímpicos de San Louis, 69 de los de Berlín y 37 de los de México, en 2005, se irguió en el campus de la Universidad de San José en California, un monumento de 7 metros de altura en el que se inmortaliza el instante en que unos jóvenes de color decidieron hacer lo suyo para llevar el juego limpio y la no discriminación, desde las pistas de celebración Olímpica al resto de los mortales. A los ciento un años del nacimiento de mi amada abuela materna.

Artículo publicado en la edición de octubre /2010 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable