viernes, 21 de enero de 2011

Los Juegos Olímpicos y mi abuelita.

La lucha contra el racismo a través y desde los Juegos Olímpicos Modernos

Mi abuela materna me contó en una oportunidad una anécdota que tenía que ver con la primera vez que vió a una persona de color. “Lalita” como todos le decíamos cariñosamente nació a comienzos del siglo XX al norte de España y se fue a vivir con mi abuelo, también español, a Cuba.

En el año de 1925 era raro encontrar personas de color en el norte de España, pero ya en la Habana la cosa cambió. Mi abuelita no tuvo mayor problema con el tema, pero en una ocasión mientras paseaba por el malecón de la Habana, vió por primera vez en su vida a una señora de color con su bebé. Le asombró tanto la criatura, que la señalaba mientras llamaba la atención de mi abuelo gritando: “Mira mira un bebé negrito!”. mientras mi abuelo abochornado, sonreía y la persuadía de que bajara la voz.

Esta historia me hizo reír a carcajadas. -Pero Lalita- decía yo a mis 6 o 7 años- ¿Como es posible que nunca hayas visto a un bebé negrito? ¿ Que era lo que te parecía raro?-

En otras palabras a mi no me cabía en la cabeza que alguien le sorprendiera ver a un bebé tostadito. ¿Que época había vivido ella?

La anécdota volvió a mi mente mientras seguía los Juegos Olímpicos de Atenas en el año 2004, justamente a un siglo de haberse celebrado unos Juegos Olímpicos marcados por la segregación racial. El mismo año de nacimiento de mi recordada abuela, 1904, se celebró la III edición de los Juegos Olímpicos modernos en la ciudad de San Louis, Missouri. En estos juegos se presentó un desfile inaugural que ofreció un espectáculo que el mismísimo creador del los juegos, el barón de Coubertín calificó de “bochornoso”. El desfile titulado “El día antropológico” no era otra cosa que una exhibición que mostraba a los espectadores “miembros de razas inferiores” (negros e indios) los que compitieron en un evento paralelo fuera de los juegos olímpicos y sin registro oficial. Esta fue la época que conoció mi abuela, época en la que encontrarse con una persona de color no siempre producía una reacción tan alegre.

Los sucesivos Juegos Olímpicos fueron aceptando a las “razas inferiores” impulsados por los principios de igualdad y juego limpio. Pero es más adelante, en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 cuando se recogen de nuevo historias de atletas de color que viajan con advertencias sobre la segregación y racismo imperante en la Alemania Nazi. Historias que también me contaba mi abuela, una anti-racista declarada, pero que resultaron no ser del todo ciertas.

La historia más difundida sobre los XI Juegos Olímpicos es que Adolf Hitler desairó a Jesse Owens, el formidable velocista norteamericano de color que conquistó 4 medallas de oro. Y según se cuenta ocurrió así: “Luego de que Owens ganara una medalla de oro, el canciller alemán, montó en cólera y se retiró del estadio para no tener que estrechar la mano del atleta norteamericano.” A pesar que esto hubiese encajado perfectamente con el personaje en cuestión, la realidad es que esto no sucedió.

Según lo recoge el History News Network de la Universidad de George Mason, Hitler sólo felicitó personalmente a los atletas alemanes que ganaron medallas durante el primer día, luego de lo cual el Comité Olímpico le reclamó neutralidad; o felicita a todos o no felicita a ninguno. Así que pasado el primer día de competencias Hitler optó por lo segundo; no felicitó a ningún otro atleta, alemán o no.

Y pese a la segregación existente a Jesse Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos, lo que resultó irónico, ya que las personas de color en los EE.UU. no tenían los mismos derechos. Pero eran los Juegos Olímpicos y casi como en la antigüedad la victoria te elevaba por encima de los demás mortales.

A su regreso a EE.UU. luego que se hiciera un desfile en su honor en la bolsa de valores de NY, Jesse Owens volvió a su trabajo de botones en un lujoso hotel de la gran manzana. Y de nuevo volvió a no poder sentarse en la parte delantera de los autobuses.

Esta parte de la historia desconocida para mi, seguramente hubiese sorprendido mucho a mi abuelita.

Sin embargo, es probable que el podio más recordado, y que todos vimos en mi casa, haya sido el de los 200 metros planos en México 1968: Tommie Smith (EE.UU.) oro, Peter Norman (Australia) plata y John Carlos, (EE.UU.) bronce. Los atletas de color Tommy Smith y John Carlos suben al podio en calcetines, con los zapatos en la mano y portando un guante negro. Los tres atletas llevaban botones del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos (OPHR) incluyendo a Peter Norman que no era negro. Cuando sonaron los acordes del himno de EE.UU., los velocistas de color bajaron la cabeza y alzaron el puño en señal de protesta. Después del hecho Smith y Carlos, fueron expulsados del equipo olímpico de EE.UU. y desalojados de la villa olímpica.

La prensa de aquel tiempo atribuyó el gesto al radicalismo, y se ligó a los atletas americanos con el movimiento Panteras Negras.

Como resulta evidente, en mi casa somos muy aficionados a los Juegos Olímpicos, es por ello que lamento haberle restado importancia al incidente. La realidad detrás de aquel episodio hubiera servido para mostrarle a mi abuela que ese mundo que ella conoció de niña podría estar tan lejos que nunca nos lo tendríamos que volver a tropezar.

El OPHR era un movimiento encabezado por deportistas negros estadounidenses en contra del racismo dominante en el COI, presidido entonces por Avery Brundage, el que según afirmaban, “era un abierto apologista del nazismo y defensor de Rhodesia y Sudáfrica.”

Al regresar a su país, Smith y Carlos fueron tratados como delincuentes y no lograron encontrar trabajo durante años.

Al año siguiente de cumplirse 100 años de aquellos infames juegos Olímpicos de San Louis, 69 de los de Berlín y 37 de los de México, en 2005, se irguió en el campus de la Universidad de San José en California, un monumento de 7 metros de altura en el que se inmortaliza el instante en que unos jóvenes de color decidieron hacer lo suyo para llevar el juego limpio y la no discriminación, desde las pistas de celebración Olímpica al resto de los mortales. A los ciento un años del nacimiento de mi amada abuela materna.

Artículo publicado en la edición de octubre /2010 en la columna "El Electrodo" de la revista "Entertainment" de Supercable